UNO. Cuando en 1918 el ex-presidente Wilson en su discurso de “Los 14 puntos” sugirió la idea de la “Sociedad de Naciones” para preservar la paz, sólo los europeos la ratificaron un año después. Los republicanos, que controlaban el congreso norteamericano opuesto a Wilson, se negaron a que su país lo hiciera. Era obvio, que la llamada “Sociedad…” no satisfacía los intereses de los “halcones” de la industria militar norteamericana de ese entonces. Querían una organización que les permitiera el “consenso” para garantizar la hegemonía sionista-norteamericana sobre el mundo.
La “Carta” que oficializó su nacimiento fue firmada el 26 de junio de 1945 en San Francisco-EEUU. Esta Carta le otorgó al Consejo de Seguridad “la responsabilidad en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional”. No obstante, y desde entonces, lo único que ha hecho es propiciar y alentar todos los conflictos bélicos y los más atroces genocidios habidos en los pueblos del mundo. Los más cercanos: Viet-Nam, Ruanda, Darfur, Kosovo, Irak, Afganistán, Pakistán, Libia, y ahora Siria. En este caso, aun cuando Rusia y China mantuvieran su veto a una posible “resolución”, e incluso en ausencia de ésta, ya EEUU decidió “degradar” nada menos que al pueblo cuya cultura resiente su insignificancia histórica.
La otra “responsabilidad” de la ONU ha sido condenar al hambre, las epidemias creadas, las migraciones forzadas y la desocupación a millones de seres en el África, América Latina y el Caribe a través de sus instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Siempre de la mano de USAID, perteneciente al Departamento de Estado norteamericano. Todas actuando en nombre de la ayuda humanitaria.
Sorprende, por esto, que haya pueblos, líderes políticos, presidentes progresistas, hábiles periodistas y “analistas” que creen todavía que la solución a la masacre en Siria por las “compañías” de terroristas financiadas, armadas y entrenadas por EEUU, Israel, Arabia Saudita, Turquía, pase por sus corroídas estructuras.
Recordemos que esas “compañías” forman parte de la estructura no formal de la ONU, gracias a las “reformas” que la dupla Kofi Annan-Lakhdar Brahimi introdujo a comienzos de siglo y que detallaré más abajo.
Lo que de antemano debe quedar claro es que la verdadera vocación de la ONU y para la que fue montada por los EEUU, no es la paz, sino la guerra, no la convivencia civilizada sino el terror. En esta perspectiva ha ido perfeccionando caminos cada más expeditivos para seguir sembrando destrucción y muerte en nombre del humanitarismo y de toda la moralina judeo-cristiana.
DOS. La historia más próxima de sus “reformas” a las que hice alusión, se remite al período 1993-95 cuando el señor Kofi Annan, desde su cargo de Secretario Adjunto al Secretario General de entonces, Butros Ghali, introdujo una serie de “medidas” orientadas a incrementar el poder bélico de la ONU.
Algunas de estas “medidas” fueron el incremento en más de 70,000 efectivos de las “fuerzas de paz” en 1995 con el consiguiente gasto en equipos, armas y municiones favorable a la industria bélica; el manejo de las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas (UNPROFOR) en el exterminio étnico en Bosnia-Herzegovina y la aplicación del acuerdo de paz impuesto por la OTAN.
Cuando Kofi Annan es nombrado Secretario General de la ONU (1997), encarga a su amigo Lakhdar Brahimi la elaboración de un estudio que sustente la necesidad de reformar la Carta de las Naciones Unidas y convertir a la Organización en un aparato de intervención militar, dejando de lado su supuesto rol de “garante de la paz”.
La argumentación para las “reformas” se encuentra en el “Informe Brahimi” (2000) que abrió paso a la nueva ONU, articulada a la OTAN y a las “compañías” privadas de exterminio masivo que constituyen la llamada Asociación Internacional para Operaciones de Estabilidad (ISOA).
Estas “compañías” son actualmente las encargadas de las “guerras preventivas” que promueve la doctrina militar Bush-Obama en todo territorio o país que ponga en riesgo el orden global; de la “reconstrucción” de aquellos países que sufren desastres naturales como Haití, Pakistán o Japón; y de fomentar la subversión, el boicot y el terrorismo en aquellos países considerados “no socios” de los EEUU o peligrosos para sus intereses. En Medio Oriente siete países árabes y uno persa. En América latina y el Caribe: los países del ALBA (Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Cuba).
El Informe Brahimi sustenta las “reformas” con el argumento de que es necesario “remediar un problema grave en materia de dirección estratégica, adopción de decisiones, despliegue rápido, planificación, apoyo operacional y empleo de la tecnología de acuerdo con los nuevos desafíos que tiene la ONU” (Informe Brahimi, 2000).
Dentro de esta perspectiva, “muchas tareas no deben encomendarse a las fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas y tampoco éstas deben ir a todos los lugares...Cuando esas fuerzas tengan que intervenir deben estar preparadas para enfrentarse a las fuerzas de la guerra y la violencia con la capacidad y la determinación necesarias para vencerlas” (Ibid).
Irak, Afganistán, Libia lo ilustran bien. Primero actúan las “compañías” de mercenarios con el aval de la ONU. Luego se crean las condiciones de terror y de muerte entre la población, incluyendo “sembrado” de armas químicas y escenificación de muertes por sus efectos. Enseguida se genera el marco legal vía comisiones investigadoras o comisionados especiales. Paralelamente, se arma el consenso internacional vía diplomacia y prensa decadente. Finalmente se decide la intervención conjunta entre fuerzas de la ONU, de la OTAN, de EEUU, de las “compañías” de mercenarios. Se destruye. Se vence.
Siria no tendría por qué ser diferente. O tal vez sí. Entonces, el principio del fin de la Organización del horror de los genocidios, de los magnicidios ignominiosos, del hambre, del terror y de la corrupción institucionalizada, habría comenzado.
Pero, no perdamos de vista que las reformas en la ONU, introducidas por los compinches Annan y Brahimi, tienen que ver con decisiones incubadas en el Club de Bilderberg. El think tank judío y masón del pensamiento perverso para la hegemonía israelí- norteamericana. A este Club pertenece el señor Annan y llegó incluso a ser su Presidente antes de ser Secretario General de NNUU. Siendo africano (de Ghana) y de raza negra, su pertenencia al “Club” le viene por derecho marital. Está casado con Nane Lagergren, heredera de la fortuna y de los “méritos” de su abuelo Raoul Wallenberg que fue protector de judíos durante la segunda guerra, y es considerado “ícono de la paz” en los EEUU, Canadá, Israel, en toda Europa y también en Argentina.
Como corolario de esta parte recordaré que la dupla Annan-Brahimi juntos y por separado, han actuado como altos comisionados de la ONU en la actual crisis que vive Siria. Antes lo hicieron en Libia.
TRES. El nuevo rol asumido por la ONU gracias a las reformas introducidas en base al Informe Brahimi le valió a esa organización y a Kofi Annan, el Premio Nobel de la Paz del 2001. Tal vez por esto, no debería extrañarnos que en el 2009, otro guerrerista como Obama fuera igualmente galardonado con la medalla de oro y el millón y medio de dólares. Lo que sí llama a extrañeza es que el Comité del Premio Nobel no haya reemplazado aún este nombre por el de Comité del Premio Guerra.
El tiempo y su historia lo ameritan. Pues, a los nombres de Annan y de Obama, habría que agregar el de los ex-presidentes judíos y masones Theodore Roosevelt, en 1906, y Woodrow Wilson (al término de la Primera Guerra Mundial en 1919). Entre los méritos de Roosevelt se cuentan la invasión a Cuba y la instalación de la Base de Guantánamo, la “doctrina del gran garrote” y del imperialismo, la invasión de Panamá, la invasión de Santo Domingo, la colonización de Marruecos, la intervención norteamericana en la guerra ruso-japonesa. Por su parte Wilson intervino en la masacre de campesinos durante la Revolución Mexicana, obedeció el mandato de las élites de la industria bélica para entrar en la Primera Guerra haciendo alianza con Gran Bretaña y Francia, los socios de siempre en las guerras de EEUU.
También está Jimmy Carter (en el 2002). Entre sus méritos se cuentan haber puesto en práctica la estrategia sionista para la hegemonía israelí en el Medio Oriente con los Acuerdos de Camp David. Éstos inauguraron la secuela de muerte y destrucción del pueblo árabe en Palestina; quebraron la unificación árabe promovida por el Coronel Gadaffi, imponiendo la paz entre Egipto e Israel; instauraron la tiranía de Mubarak que duró 29 años y se prolonga actualmente con la dictadura militar de Al Sisi y el genocidio de los musulmanes.
Carter dio nacimiento a los grupos extremistas para la destrucción de Afganistán, armó y fortaleció la Dirección de Inteligencia Inter-Services (ISI) considerado como el mayor y más poderoso servicio de inteligencia en Pakistán y en el mundo; estableció los acuerdos SALT I y II sobre limitación de Misiles Antibalísticos y Misil Balístico Intercontinental que sirvieron para neutralizar el poder bélico disuasivo de la entonces Unión Soviética mientras EEUU incrementaba sus arsenales balísticos y sus bases militares alrededor del mundo; propició el “dumping” deliberado de Arabia Saudí respecto de sus reservas petroleras para el desplome del precio que trajo abajo la economía soviética influyendo en la disolución de la URSS.
Entre los premiados con el nobel de la paz figuran igualmente algunos vicepresidentes con sobrados méritos guerreros.
Es el caso de Charles Gates Dawes (en 1925) por sus servicios en el frente, los arreglos financieros que aparejó la Primera Guerra a favor de EEUU y las sanciones impuestas a los alemanes.
El del judío Al Gore Jr. (en 2007) que fue vicepresidente del también judío Bill Clinton. Al Gore, junto a sus “preocupaciones” por el calentamiento global incendió Kosovo, Afganistán, Sudán. Implementó el Plan Colombia para asesinar y despojar de sus tierras a millones de campesinos colombianos; favorecer la instalación de bases militares para cercar a Venezuela; condenar a la muerte por inanición a millones de campesinos con sus fumigaciones de glifosato, el componente básico de los herbicidas producidos por Monsanto para matar con transgénicos.
Al Gore, es actualmente multimillonario, no sólo por los negociados de la guerra, sino por sus “aportes” sobre calentamiento, cambio climático y ecología al servicio de las más importantes transnacionales y de ONGs vinculadas a estos temas. También por sus minas en EEUU, altamente contaminantes.
¿Cabe alguna duda sobre el sentido y significado de la ONU y de los premios nobel de la paz? (Ruben Ramos)