LOS SAHARAUIS, NO BESAMOS MANOS, NI HACEMOS CULTO A LA PERSONALIDAD.

miércoles, enero 27, 2010

CANARIAS Y EL CONFLICTO DEL SAHARA



Cuando España abandonó el Sahara Occidental en noviembre de 1975 los canarios tuvieron conciencia por primera vez en su historia de que vivían en una región frontera. Hasta ese momento la impresionante franja de tierra africana (casi la mitad del territorio peninsular), con sus contingentes militares, era la espalda que protegía estratégicamente a las islas y la que garantizaba la pesca de la flota insular en el banco canario-sahariano. La Operación Golondrina, como se denominó la salida precipitada del Sahara de unos 20.000 españoles (canarios en su gran mayoría), nos devolvió a la realidad. El día que salió el último soldado español del territorio nos quedamos solos en el Atlántico. Como siete portaaviones.


Dos recientes acontecimientos han vuelto a recordar a los canarios que somos una región frontera. El primero, la huelga de hambre de la activista saharaui Aminetu Haidar en el aeropuerto de Lanzarote, con un sorprendente impacto mediático que volvió a situar en primer plano de la actualidad internacional el conflicto del Sahara. El segundo, el secuestro de tres cooperantes catalanes de Acción Solidaria en Mauritania por parte del grupo salafista Al Qaeda en el Magreb. Cuando se escriben estas líneas siguen en poder de los terroristas en un lugar del desierto de Malí.


El Archipiélago canario ha sido, y sigue siendo, la región española más sensible ante el conflicto del Sahara Occidental por su cercanía y por los lazos históricos y económicos que mantuvieron desde el siglo XIX. Aquellos días de 1975, cuando se firmó el Acuerdo Tripartito de Madrid por el que España renunciaba a la soberanía del territorio, las fuerzas políticas canarias (y no sólo las de izquierdas) simpatizaban con los jóvenes del Polisario. Hasta cierto punto era lógico porque incluso algunos militares franquistas, como Gómez de Salazar o Rodríguez de Viguri, se mostraron permisivos con sus militantes tras haber fracasado en la creación del Partido de Unidad Nacional Saharaui (PUNS), cuyos miembros se pasaron en masa a Marruecos con la caja del dinero incluida.


Pero España no estaba para aventuras y mucho menos para enfrentarse con un Marruecos respaldado por EE UU y Francia. De la noche a la mañana, las tropas españolas entregaron las instalaciones militares a las marroquíes mientras que una buena parte de la población saharaui eligió el camino del exilio. Argelia, verdadero mentor del Frente Polisario, le facilitó una zona inhóspita en el desierto de Tinduf donde se crearon tres campamentos de refugiados. Treinta y cinco años después de aquellos acontecimientos esos saharauis, ahora con sus hijos y sus nietos, allí siguen viviendo de la caridad internacional.


El tiempo y la guerra han transformado considerablemente las condiciones y circunstancias del Sahara. Ahora sabemos que no era Hassan II el que tenía prisa por ocupar el territorio y que lo que temía era que España le presentara una hipotética independencia como un hecho consumado. Javier Tusell y G. Queipo de Llano reproducen en un espléndido ensayo histórico (Tiempo de incertidumbre. Carlos Arias Navarro entre el franquismo y la Transición. Editorial Crítica) la conversación entre Hassan II y José Solís celebrada durante los días de la Marcha Verde. El ministro enviado por Arias insistió, ya debilitado en la negociación, en que España estaba dispuesta a abandonar el Sahara y el monarca le cortó: "Ahí está precisamente el error. Yo no quiero que se vayan ustedes tan pronto. Necesito tener en el Sahara un aliado y esto es lo que no he conseguido hacer entender a los interlocutores españoles".


Rabat quería entonces compartir con España la explotación de los fosfatos de Bucraa, permitir la pesca de la flota canaria en los caladeros saharianos durante un largo periodo (se habló de entre 50 y 75 años) e incluso establecer bases militares conjuntas con el Ejército español. Pero aquella derecha española rancia no estaba capacitada para negociar y abandonó el territorio de la forma más vergonzosa.


¿Qué consecuencias para la zona hubiera tenido un país independiente en manos del Polisario, que es como decir en manos de Argelia? El embajador Máximo Cajal afirmaba recientemente (El País, 11-enero-2010) que el Sahara Occidental nunca fue germen de Estado alguno y que la población que por allí transitaba en un nomadeo secular nunca fue un "pueblo". Y añadía: "Fuimos los españoles los que construimos una identidad artificial que acabó por revolverse contra la metrópoli. Un Sahara independiente no puede prosperar. Acabará siendo un nuevo estado fallido". En efecto, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) hubiera sido un estado tan frágil o más que la actual Mauritania, posiblemente el más fallido de África después de Somalia. Tan frágil que un grupo de salafistas ha sido capaz de secuestrar a tres cooperantes españoles en la principal carretera del país, entre la capital económica, Nuadibú, y la política, Nuakchot.


Hoy resulta paradójico comprobar cómo el muro de tecnología americana que construyó Marruecos en el Sahara para frenar a los comandos del Polisario, tan denostado por los revolucionarios de sacristía y la izquierda tropical, sirva ahora para impedir que se cuelen los terroristas de Al Qaeda hacia el norte. Que nadie olvide que nuestras islas están a 90 millas del territorio en conflicto. Por eso ha llegado la hora de que los canarios vayan tomando conciencia de quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos en esa franja de territorio vecino. Hay momentos de la historia en que practicar la demagogia y el populismo llevan de forma irremediable al suicidio político. DIEGO TALAVERA (Publicación de Diario de las Palmas. Laprovincia.es de hoy.)

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